A propósito del nombre de Laura
 
  Los nombres.-

LAURA era una de las 11.000 vírgenes (Santa Úrsula y las 11.000 vírgenes)

Heidelberg, Colonia. -¿Pero hubo alguna vez 11.000 vírgenes-¿, preguntan los suspicaces- Según me informó el gran pianista Antonio Baciero, el cráneo de Santa Laura está en Castrillo de Matajudíos, al lado de Castrogeriz (Burgos), en la Iglesia Parroquial de San Esteban (en Itero del Camino vive el cura). Puede que algún día vaya a comprobarlo.

Yo me llamo LAURA (Laurel o triunfo), en homenaje a mi abuela paterna, a la cual Antonio, mi padre, el más pequeño de sus 12 hijos - entre los que vivieron y los que no lo consiguieron-, le dio la inmensa alegría de ponerme su nombre, y también por que así él no perdía el pasado, esa herencia intemporal que acrecienta su plusvalía con las nuevas generaciones que se suceden.

Recuerdo a mi abuela Laura Diez como una gran señora, con ella vivimos hasta mis cinco años en que murió. Era natural de Valdelugueros, en la provincia de León. Se casó con Nicanor González, natural de Boñar y cuando sus hijos fueron creciendo se plantearon trasladar su residencia de Valdelugueros a Asturias y establecerse en VILLAVICIOSA de almacenistas de vinos y jamones, valorando ambos la educación y estudios de su hijos. Asturias, tierra de manzanas y buena sidra, no tiene viñedos, por lo que el vino tiene que importarse de León y otras regiones españolas.

En la hermosa Villaviciosa compraron una casa en la plaza del Ayuntamiento y allí iniciaron lo que desde entonces fue su medio de vida. Desde allí enviaron a su hijo Lorenzo a estudiar en los jesuitas de Oviedo, posteriormente a Londres a aprender inglés. A Esteban, el mayor, a estudiar medicina a Madrid, Elvira se casó y se fue para Cuba, donde su marido tenía negocios. Mi padre estudio bachiller y posteriormente hizo un curso de Derecho, pero lo dejó. Tuvo el acierto de casarse en Gijón con mi encantadora madre: Amor Muñiz, de la que heredé mi entusiasmo por la vida.

YO, Laura González Muñiz, nací en el alegre y hermoso Gijón un 19 de agosto de 1.929, a las 11 de la mañana –según me contó Tiva-, después de hacérselas pasar moradas a mi madre durante dos días. Nací feísima –también según Tiva-, pero luego fui recobrando apariencia humana y con los años hasta llegué a ser bastante mona. Mi padre siempre me llamaba cariñosamente su “gitanona” porque era morena de tez , pelo negro y ojos muy vivos tirando a verdes. Era de carácter dulce y pacífico, al contrario de mi queridísima hermana Pilarina, - una niña preciosa, rubia y de ojos azules- 16 meses más pequeña que yo, que nació con un genio vivo –vivísimo- y de la que recibía arañados y tirones de pelo. Mi madre siempre me decía: “Lauritina, no te dejes pegar por Pilarina”, yo le contestaba que como ELLA era más pequeñina.......Lo cual demuestra que ya desde niña fui un poco panoli, pacifista, idealista y consentidora. Desde entonces, y mira que ha llovido, arrastro el problema de no saber decir NO a tiempo. El corazón puede con mi cerebro. Quizá por ello sigo admirando a las personas verdaderamente sabias que compaginan el corazón y el cerebro en su vivir diario.

A mi me gustan los rumores del MAR y el ritmo de sus mareas. Y la lluvia. Bueno, gustar me gusta todo: las ardientes puestas de sol, los árboles esbeltos, las formas y el color de las nubes, el verano cantado por un moscardón ebrio de sol, las flores diminutas esparcidas por verdes praderas; las personas todas: gordas, flacas, ricas o pobres, bajas o altas, siempre que no sean altivas y complicadas. Pero el MAR, la MAR............hace que a su lado renazca de mis cenizas. No es solo su vivificante olor a salitre, es su vaivén continuo besando la playa con su blanca espuma para alejarse de nuevo tomando carrerilla y retornar juguetón. ¿Y el ritmo de sus mareas, siempre igual a través de los años y los siglos?. Sus rocas llenas de vida que las mareas ponen al descubierto en la bajamar; su imprevisible carácter que en las turbulentas galernas reafirma su poderío con ímpetu infernal. La música apacible de una “mar bella” y en calma contrasta con los fuertes sonidos que emiten las tormentas en el mar. Como potente órgano catedralicio los roncos bajos y agudos silbidos al romper sus furiosas olas sobre el acantilado, los briosos chorros de espuma al chocar las olas que van contra las que vienen generan una orquesta de estremecedores sonidos que conmueven.. Si algo es invariable y perdurable en mi particular universo es el verde-azulado MAR. Siempre lo percibo como la creación perfecta, recién salido de la mano del Creador.

En vez de LAURA me hubiera gustado llamarme MAR (lo siento, abuela). De él están llenos mis sueños y mi niñez, mis ojos y mis oídos, mis raíces familiares y mi íntima filosofía de vida: Por el mar uno se va, mar adentro, hacia los sueños y se vuelve, siempre nuevo, a lo cotidiano. LG